martes, 24 de marzo de 2015

Bella Tristeza

Así como si nada, sin pensarlo y por un impulso que pocas veces he sentido en mi vida, agarro una lapicera y abro mi cuaderno en busca de una hoja en blanco. Después de haber leído las palabras “bella tristeza” surgió una chispa en mi que activó un engranaje que inició el mencionado impulso del que derivan estas palabras que ahora plasmo digitalmente.

La ignición que tuvo lugar entre mis pensamientos por el significado de esas 2 palabras, entrelazadas en un contexto donde 2 fuerzas antagónicas pudieran abrazarse sin repelerse o destruirse, le dio una vuelta de tuerca a mi cabeza.

Al pensar en la incongruencia de ambos vocablos, pensé en como a veces es necesario estar mal para ser capaces de entender que antes de toda tristeza hubo un momento de alegría, y que una lágrima puede secarse más rápido si le aplicamos el calor de una sonrisa. De la misma forma que los Lobos y Pingüinos pasan en soledad gran parte de su vida hasta encontrar una pareja con la cual formar una familia y pasar con ella el resto de su vida; como también el Halcón, fuerte y altanero, que termina sus días en un acto suicida por haber perdido su vista, recordé que los momentos en la vida pueden terminar bien o mal, con besos y caricias, o lágrimas y espinas. Que no porque una historia tenga un final amargo no haya tenido episodios dulces y cálidos que la hagan valer. Creo que todas las historias y etapas merecen ser vividas con la misma intensidad, ya que las heridas nos vaya dando el camino van a sanar siempre al mismo tiempo en que nos demos cuenta que una amarga tristeza puede conducirnos a una bella alegría.

domingo, 22 de marzo de 2015

Pronóstico Reservado

Siempre fui una persona que jamás creyó en los pronósticos del tiempo. En primera medida por ser una ciencia inexacta, y en segundo lugar por escuchar al 98% de la gente por usar la palabra “clima” como sinónimo del estado del tiempo.

Hoy, lunes por la noche, una sinfonía de truenos me pone la piel de gallina. Aun acostumbrado a oírlos y hasta a anticiparlos por el resplandor de un relámpago descendente, ese rugido penetra en lo más profundo de mis sentidos, como si una descarga con la misma potencia de su estruendo recorriera todo mi cuerpo en una milésima de segundo, haciéndome sentir microscópicamente pequeño ante la magnificencia de tal espectáculo natural.

Pasada la tormenta el viento distribuye a su antojo las gotas de lluvia rezagadas, como intentando consolar con caricias al suelo que hace unos segundos era golpeado, impasible por la tempestad. Y al ver esto, reflexiono sobre una imagen grabada en mi cabeza: la figura de un destello escondido detrás de las nubes, que me hizo imaginar al mismo mundo enfurecido. Una furia abstracta precipitando gotas de redención para quienes le hubieran faltado el respeto o ignorado su existencia. Una cólera sin dolo, pero con culpa por no saber demostrar de otra manera que quienes creen poder controlarla no son más que granos de arena ante una inmensidad que jamás podrán imaginar.