miércoles, 16 de diciembre de 2015

Experiencias

Era una tarde calurosa y fresca a la vez la de aquel viernes a las 19:45 hs. Alejandro empezaba a sentir el desgaste en su cuerpo luego de correr tres cuartos de hora, y faltando aun otro más para que finalizara el partido de fútbol 5 que acostumbraba jugar todas las semanas. La suya fue una más entre las restantes 9 caras de alivio que vio cuando sonó la chicharra que anunciaba el final de su turno. La cerveza no se hizo esperar y fue bendito aquel primer trago que, entre chistes y carcajadas, se abrió paso velozmente desde su boca hasta su estómago bajando con un golpe de frescura las pulsaciones que en su pecho todavía repiqueteaban.

Ya finalizado el segundo acto del encuentro, no demoró mucho en llegar a su casa y, con el placer que le brindaba el agotamiento de la actividad física, se metió en la ducha. Sintió una calma feroz cuando el agua semifria comenzó a recorrer su cuerpo, inmovilizándolo por unos instantes. Y así, como si su cabeza hubiera buscando aleatoriamente un recuerdo, sin tener este ningún tipo de relación con lo acontecido durante su día, o incluso durante toda la semana, la recordó a ella.

Alejandro abrió los ojos de golpe, como si hubiera despertado de un sueño y comenzó a lavarse. Aquella remembranza ya no lo perseguía. De alguna manera (que no supo identificar) se había impermeabilizado de la melancolía que se filtraba en el cuando su memoria invocaba aquellos ojos y aquel rostro. Era como si la viera a través de una ventana cerrada que daba a una galería donde habitaban todos sus recuerdos. El sabía bien que ella jamás volvería a su lado, pero que tampoco sería capaz de borrarla de su vida. Y así, en el análisis de aquella paradoja, dejó al tiempo a cargo de su herida, para que llegado el día en que otro corazón entre a su vida, ella ya no sea una pena del pasado... sino una experiencia para su presente.




jueves, 12 de noviembre de 2015

Razones sin sentido.

Debe ser así, concluyó él, la forma en que la vida va poniendo tintas en las páginas  de nuestra historia es como el soplar del viento. Caprichoso y voraz algunas veces, tanto que ya nos encontramos volando a su merced cuando nos damos cuenta, envueltos entre ráfagas de decisiones que no nos dejan más que a nuestro impulso e instinto para guiarnos hacia la salida del laberinto que nos encierra. Y muchas otras, es imperceptiblemente calmo, como esos feroces latidos en nuestro pecho que por costumbre de estar vivos ignoramos.

Esa fue la reflexión con la que Alejandro llegó a conciliar el sueño aquella noche. Luego de un día con logros en sus deberes y una buena carga de ejercicio físico, le siguió una serie de desencuentros que, desde el vaso medio lleno, le quitó una gran incertidumbre de sus hombros. Una relajación perturbante por el giro inesperado que muchas cosas suelen tener cuando más creemos saber sobre ellas. Y fue la gran necesidad de encontrar algún hilo de lógica a todo lo que le sucedió en esos pocos minutos lo que derivó en ese razonamiento que no le dejó más opción que rendirse a la voluntad de quién trazó los planes para encontrarse ahora en ese estado.


Alejandro siempre priorizó, incluso antes que su propia opinión, la empatía con los demás para poder comprender como se ven las mismas cosas a través de los ojos de otra persona. Y eso lo ayudaba a entender, pero no siempre a aceptar. Y es esto último lo que a él le costaba: aceptar que, sea por una suerte ya echada de antemano o por el propio riesgo de no ser correspondido, ya no la volverá a ver.

jueves, 20 de agosto de 2015

Aquella Mirada

Eran las 06:50 AM cuando sonó la primera alarma del despertador de Alejandro. El sabía que todavía no era tiempo de levantarse, pero que debía irse preparando para hacerlo. Luego de tomar una taza de café y anotar en un papel algunos mandados para más luego, partió para el trabajo, y fue durante su regreso cuando la vio.

Una mirada perdida ente una multitud que por alguna especie de magnetismo no podía dejar de ver, y que a medida que se acercaba a él lo cautivaba cada vez más. No fue hasta que estuvo a un par de metros suyo que la nube de individuos que obstruía su visión se disipó, para que aquellos ojos pasaran a ser un rostro, y que en el instante en que estos se cruzaron con los suyos, Alejandro fuera testigo de la sonrisa más hermosa que jamás hubiera visto. Dejándolo hipnotizado durante esos instantes hasta que aquel ser volvió a perderse en la multitud para seguir su rumbo.

No era la primera vez que Alejandro sentía esa inquietud recorriendo todo su cuerpo, pero si la más intensa. Y fue entonces cuando tomó el cuaderno en que había escrito esos mandados, ya enterrados en su olvido, y con lapicera en mano comenzó a trazar lo que el impulso del momento le dictaba. El prometía, sin ningún dejo de engaño, a cada palabra que escribía que algún día llegarían a la destinataria que las concibió en la mente de quien las plasmaba en ese momento en una hoja de papel. Esa promesa era un pacto con un ser paralelo a él, que tomaba ideas de un cajón cerrado con llave en su interior para que las soplara dentro suyo con el viento de la inspiración que buscan los grandes artistas para definir su obra maestra.

El no buscaba la fama o gloria de un reconocimiento por parte de personas ajenas a su existencia, ni alfombras rojas que lo recibieran a donde vaya. Lo único que deseaba era hacerle llegar, a aquel ángel que le regaló su sonrisa, el tributo que desde el fondo de su corazón le escribía. A esa sonrisa que fue capaz de convertir la gris monotonía de su día en una eterna primavera de calidez y consuelo. A esa musa que jamás volvería a ver, pero cuya mirada jamás podría olvidar.


martes, 18 de agosto de 2015

Un Descuelgue

Muchas veces me sorprendo con la facilidad con que pasamos de un estado de total reposo y sedentarismo a querer llevarnos el mundo por delante en un solo instante. Esa milésima de segundo en que vemos, sentimos u oímos algo que activa una reacción en nuestro interior sacudiendo nuestro cuerpo como si de un movimiento sísmico se tratara.

Más de una vez me vi transitando, carente de apuros por llegar a ningún lado, preso de la calma de quien observa minuciosa y detenidamente un paisaje antes de continuar su rumbo. Y así como si nada, frenarme ante el destello de alguna mirada y sentir esa agitación instalándose rápidamente dentro de mí, para romper el balance de calma que hasta que ese momento me gobernaba.

Fue un movimiento catastrófico que descolgó de mi mente todo lo que hacía que aquella fuera una noche más. Un desenfreno verborrágico nacido en esos pocos segundos en que esos ojos se cruzaron con los míos, y a su vez, inhabilitado para la indiferencia que uno busca de esas cosas que no lo dejan dormir o calmarse, hasta tanto no descargar ese aluvión de sensaciones en una forma más tangible que un impulso incontenible de querer dar tributo a tan bella musa inspiradora.

jueves, 16 de julio de 2015

Te espero

Te espero,
porque hay algo dentro de mi que te sueña,
a pesar de la distancia que de tu corazón me separa.

Te espero,
porque aunque no me esperes,
mi pulso se sigue acelerando en el instante que empiezo a pensarte.

Te espero,
porque a pesar de que mi voz te llegue sin retorno,
sigue tartamudeando cuando hacia ti se dirige.

Te espero,
porque aun sin poder verte,
mis ojos te dibujan en donde alguna vez los deleitaste con tu cálida sonrisa.

Te espero,
porque incluso en la eternidad que representa cada segundo de esta espera,
sigo viviendo bajo el techo de la esperanza de poder verte llegar algún día.

Te espero,
porque ya vivo para esperarte,
en cada minuto y cada lugar,
en cada vez que vienes y te vas,
en cada palabra y cada señal,
lo único que me queda... es esperar.

jueves, 9 de julio de 2015

Te Quiero

Te quiero,
no solo por la virtud de tu figura,
sino por la cálida calma que recorre mi cuerpo cuando me sonreís.

Te quiero,
no solo porque compartas mis ideales,
sino porque al pensarte nacen en mi mente las ideas que siempre quise dedicarte.

Te quiero,
no solo porque tu voz sea una bella melodía,
sino porque al oírte puedo olvidarme de todo aquello que me abruma, y nada en un mar de tranquilidad.

Te quiero,
no solo cuando me hablás,
sino porque cuando no estás conmigo tu recuerdo me sigue como estrella en medio de la noche.

Te quiero,
no solo por el deseo incontrolable de tenerte,
sino por el anhelo de ser dueño del brillo que emanan tus ojos.

Te quiero,
no solo por el hecho sentir que te quiero,
sino porque al mirarte, tan bella real y eterna, no puedo sentir otra cosa que un impulso de fundirte entre mis brazos y decirte suavemente al oído... que te quiero.

martes, 30 de junio de 2015

Mi Historia

Una nueva historia comienza a través de un revuelo huracanado en mis pensamientos. Un viento otoñal poniendo en movimiento hojas secas de ideas que alguna vez vivieron en mi conciencia, y que algún arrebato de mi olvido condenó al fondo de un cajón donde habitan esas cosas que consideramos prescindibles en algún momento, el mismo en que firmamos su inmerecido destino.

Esta historia, que mis dedos quieren plasmar en una hoja de papel, no busca ser vitoreada o aplaudida por grandes masas ni ser reconocida por tercero alguno. Lo que este relato anhela es un triunfo silencioso, un grito mudo de autorrealizarse como estandarte de una marcha contra la quietud de una mente a veces estacionada en un punto muerto de impulsos creativos. Un estado comatoso carente de ansiedad por revertirse, para darle luz a un lecho de ideas escondidas en un subconsciente suprimido por la droga del desgano.

La historia que aquí quiere contarse no se identifica con ningún género literario para darse identidad, ni divaga en alguna filosofía prestada para justificar su ideología. Solo quiere hacer un descargo, presentarse como un ser independiente de quien traza sus líneas en tinta. Pretende separarse de la hoja que la contiene y fusionarse con el universo para ser, ya no un simple escrito en un cuaderno con dueño, sino una idea susceptible de ser compartida por quienes la entiendan y valoren, y no una hoja seca guardada en el fondo de un cajón de olvidos.

martes, 24 de marzo de 2015

Bella Tristeza

Así como si nada, sin pensarlo y por un impulso que pocas veces he sentido en mi vida, agarro una lapicera y abro mi cuaderno en busca de una hoja en blanco. Después de haber leído las palabras “bella tristeza” surgió una chispa en mi que activó un engranaje que inició el mencionado impulso del que derivan estas palabras que ahora plasmo digitalmente.

La ignición que tuvo lugar entre mis pensamientos por el significado de esas 2 palabras, entrelazadas en un contexto donde 2 fuerzas antagónicas pudieran abrazarse sin repelerse o destruirse, le dio una vuelta de tuerca a mi cabeza.

Al pensar en la incongruencia de ambos vocablos, pensé en como a veces es necesario estar mal para ser capaces de entender que antes de toda tristeza hubo un momento de alegría, y que una lágrima puede secarse más rápido si le aplicamos el calor de una sonrisa. De la misma forma que los Lobos y Pingüinos pasan en soledad gran parte de su vida hasta encontrar una pareja con la cual formar una familia y pasar con ella el resto de su vida; como también el Halcón, fuerte y altanero, que termina sus días en un acto suicida por haber perdido su vista, recordé que los momentos en la vida pueden terminar bien o mal, con besos y caricias, o lágrimas y espinas. Que no porque una historia tenga un final amargo no haya tenido episodios dulces y cálidos que la hagan valer. Creo que todas las historias y etapas merecen ser vividas con la misma intensidad, ya que las heridas nos vaya dando el camino van a sanar siempre al mismo tiempo en que nos demos cuenta que una amarga tristeza puede conducirnos a una bella alegría.

domingo, 22 de marzo de 2015

Pronóstico Reservado

Siempre fui una persona que jamás creyó en los pronósticos del tiempo. En primera medida por ser una ciencia inexacta, y en segundo lugar por escuchar al 98% de la gente por usar la palabra “clima” como sinónimo del estado del tiempo.

Hoy, lunes por la noche, una sinfonía de truenos me pone la piel de gallina. Aun acostumbrado a oírlos y hasta a anticiparlos por el resplandor de un relámpago descendente, ese rugido penetra en lo más profundo de mis sentidos, como si una descarga con la misma potencia de su estruendo recorriera todo mi cuerpo en una milésima de segundo, haciéndome sentir microscópicamente pequeño ante la magnificencia de tal espectáculo natural.

Pasada la tormenta el viento distribuye a su antojo las gotas de lluvia rezagadas, como intentando consolar con caricias al suelo que hace unos segundos era golpeado, impasible por la tempestad. Y al ver esto, reflexiono sobre una imagen grabada en mi cabeza: la figura de un destello escondido detrás de las nubes, que me hizo imaginar al mismo mundo enfurecido. Una furia abstracta precipitando gotas de redención para quienes le hubieran faltado el respeto o ignorado su existencia. Una cólera sin dolo, pero con culpa por no saber demostrar de otra manera que quienes creen poder controlarla no son más que granos de arena ante una inmensidad que jamás podrán imaginar.

domingo, 1 de febrero de 2015

Empapado

La noche de anoche no fue como todas las demás, hubo una particularidad que la distinguió de entre tantas otras que he vivido. Después de pasar las últimas gotas de la tarde en partidos de tenis con amigos nos urgió una necesidad de volver lo más rápido posible a nuestras moradas con tan solo ver el panorama que las nubes dibujaban antes de que, en algunos minutos, el sol terminara su turno en este lado del mundo. El viento estaba anormalmente acelerado, como si fuera él, el que situara estratégicamente a las nubes para desatar una tormenta justo encima de nuestras cabezas. Y justo en mi frenesí para llegar lo más rápido posible a mi departamento la tormenta decidió no esperarme y empezó a llover con una violencia que el viento se encargó de fomentar.

Lo que hizo que esa noche no fuera igual a las demás, no fue la fuerte tempestad que me envolvió en ese momento ni mucho menos haberme empapado, sino que en el preciso instante en que fui víctima de las primeras gotas de lluvia esa urgencia que tenia para refugiarme en mi casa se borro de forma instantánea. Como si se hubiera tratado de una mancha que esas 2 primeras gotas de lluvia se encargaron de limpiar.

Esas 2 gotas me hicieron meter un freno, transmitiéndome una calma adrenalínica digna de una final del mundo de ajedrez. Una quietud exhaustiva junto con una bomba atómica de pensamientos y movimientos que se van pisando unos a otros casi al mismo momento de llegar al suelo y empezar a desarrollarse en mi cabeza.

Y así, pasados esos 4 o 5 segundos donde todo sucedió, decidí caminar hacia mi casa. Casi hecho uno con la tempestad que, paradójicamente, me lleno de calma.